La incierta inocencia de los niños.
Matemos al tío, de Rohan O'Grady

1.12.15


“Christie se quedó pensativa, entornó los ojos y apretó los labios en una fina línea.
-Bueno –dijo finalmente-, para empezar, deja de comportarte como un bebé. Si es tan malo como dices, y que conste, Barnaby Gaunt, que no estoy diciendo que me crea todo lo que dices porque siempre lo exageras todo, pero si es tan malo, solo nos queda una opción.
-¿Y cuál es? ¿Qué vamos a hacer, Christie? ¡Haré lo que sea!
-Tendremos que asesinarlo a él primero –dijo Christie.”



Da igual el lugar: una calle, una playa, un restaurante... El caso es que te encuentras observando a una familia que tienes cerca. Escuchas su conversación. Los padres están soltando un largo monólogo sobre el buen comportamiento y lo que les pasa a los niños que no se portan bien a su pequeño hijito de nueve años. Cuando acaban de hablar miras hacia el niño y ves en su rostro una mezcla de incomprensión y arrepentimiento. Un rostro inocente y miedoso que espera que pase la tormenta del enfado de sus padres, una expresión que te hace sentir melancólico por el paraíso perdido de la infancia y que despierta en ti un instinto protector respecto al pobre niño. Dejadlo ya, lo ha entendido, quizás os habéis pasado un poco. El semblante de sus padres se relaja, la madre le acaricia la cabeza por detrás y el padre dice, en un tono mucho más sereno, que no pasa nada, que no ha sido tan grave, pero que intente no volver a hacerlo. El niño asiente y, aunque la madre le sigue acariciando suavemente la cabeza, los padres lo pierden de vista, siguen hablando de sus cosas, las cosas de adultos, las cosas importantes. O comiendo, o tomando el sol, o qué más da.

Sea como sea, tú te quedas observando al niño, que se pone a jugar en su consola portátil. En menos de un segundo la expresión de su rostro pasa a ser enojado e incómodo. Como si estuviera fastidiado por las sandeces de sus progenitores, asqueado por su ingenuidad y debilidad. Entiende perfectamente lo que ha hecho, sabe de sobras que está mal, pero actúa, se refugia en la inmunidad de la infancia para no asumir las consecuencias de sus actos. ¡Canalla! Este cambio radical te turba, te sientes engañado por este pequeño demonio y te compadeces de sus padres, especialmente de la madre que, sin ver la crueldad reflejada en el rostro de hijo, sigue acariciando su cabeza.


Hay una pequeña, hermosa y tranquila isla en la Columbia Británica, cercana a la isla de Vancouver. Hace muchos años que no corre ningún niño por sus frondosos bosques, solo la habita gente mayor cuyos hijos se fueron a la Primera Guerra Mundial para no volver y se han adaptado a una rutina sosegada y apacible. Un buen día, a principios de verano, que es cuando los colores de la isla lucen con todo su resplandor bajo la luz del sol, el buque SS Haida Prince atraca en el puerto de esta isla y descarga un niño y una niña de diez años de edad. ¡Qué bien! ¡Qué ilusión! Por fin podrán disfrutar de sus risas cándidas y agudas, de su cariño puro e inocente.

Sin embargo, ¡qué lejos están los buenos habitantes de esta isla del par de demonios que acaban de pisar tierra! La niña se llama Christie y su madre ha hecho un esfuerzo económico importante para que su hija pueda huir de la cloaca opresiva que es la ciudad y pasar el verano en la casa de la Cabrera, donde podrá comer bien y jugar mucho. El niño se llama Barnaby y es huérfano. Su tío, el comandante Murchison-Gaunt, lo ha adoptado, aunque debido a temas de trabajo no ha podido estar en la isla para recibirlo, así que los señores Brooks lo acogen en su casa mientras tanto. Pero no sólo la Cabrera y los señores Brooks esperan a los niños. También está el estricto sargento Coulter, el único de los "jóvenes" que volvió de la Primera Guerra Mundial, el único que no murió como un héroe nacional, el único policía de la isla y el único que, solo con ver a los dos niños bajar de la embarcación, huele problemas.

Cuando se juntan, los dos niños forman un verdadero tornado y las quejas de los vecinos, víctimas de sus constantes travesuras y profundamente acostumbrados a una calma perpetua en la isla, no tardan en llegar. Finalmente el sargento Coulter decide ponerse en contacto con el tío de Barnaby, que no tarda en anunciar su próxima llegada. Debido a sus repetidas diabluras nadie cree a Barnaby cuando dice que su tío busca matarlo para hacerse con la millonaria herencia de sus padres. Nadie excepto Christie. Y es por esto que en vez de esperar a que él los mate a ellos, deciden matar al tío.


¿Qué es lo que me ha gustado más de esta novela? ¿La ambientación idílica de una plácida isla? ¿El estilo directo, divertido y elegante de la autora? ¿La impresionante edición de Impedimenta? No, lo que más me ha gustado sin duda son los dos protagonistas. Hay momentos que, como lector, admiraba la sencillez y la inconsciencia de estos dos niños que consiguen volver loca a toda la isla con sus travesuras. Esta novela saca a relucir lo mejor de la infancia: la admiración ciega por algún adulto, la imaginación desbocada, una ingenua perspectiva de todas las cosas que los adultos que, con el paso de los años, se pierde. Sin embargo, lo mejor de todo es la incierta inocencia que representan. Este libro consigue convertir la misma simpleza e insensatez que caracteriza la infancia en algo macabro. Barnaby y Christie planean el asesinato de una persona casi como si fuera un juego, una aventura. Hay veces que por la manera con la que actúan el lector no puede evitar sonreír por el candor de los protagonistas, pero hay otras veces que queda realmente turbado.

Matemos al tío, de Rohan O'Grady es una novela diferente. De estas que se leen rápido y no hay una sola página en la que el lector se aburra. Llena de humor, aventuras y personajes entrañables, lo que más destacaría es la dudosa ingenuidad con la que los niños actúan. A veces pensaba que eran tan solo dos niños de diez años que hacen lo que hacen empujados por el temor a un tío demente y perverso, pero otras veces llegaba a pensar que para ellos todo es un juego divertido y entretenido cuyas víctimas son sus inocentes adultos. ¿Lo mejor? Que yo lo he vivido de la segunda forma.





Créditos

Título: Matemos al tío. Título originalLet's kill uncleAutor: Rohan O'Grady
Editorial: Impedimenta. Traductor: Raquel Vicedo. Precio: 22€

También te va a gustar: 
Una serie de catastróficas desdichas, de Lemony Snicket
Sin contar con el trasfondo y el nivel de escritura de Matemos al tío, recuerdo que este libro juvenil fue una aventura muy divertida para mí. Los dos comparten un tío maligno y ambicioso y unos protagonistas huérfanos, jóvenes y valientes. Aunque también es verdad que no comparte con Matemos al tío el estilo gótico y la parte macabra de la historia.


¿Y vosotros? Contadme en los comentarios,
¿creéis que todos los niños son igual de inocentes? ¿A veces los ingenuos son los adultos?
¿Qué estáis leyendo?

6 comentarios

  1. Es un libro un tanto durillo no? No sé, me ha dado esa sensación
    a mí es que este género no es el que más me llama.. aunque tampoco es que conozca el libro a fondo
    me has dejado intrigadita
    un beesito

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  2. Me parece un libro diferente. Y, desde luego, hay niños y niños. A unos te los comerías a besos; a otros, te los comerías.

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  3. Esta novela es buenísima, uno de los títulos más simpáticos y geniales de Impedimenta. Mira que yo soy acérrima de sus títulos más british y Rohan O'Grady es canadiense pero se ve que de la parte más british del Canadá porque el humor es muy similar al de Benson, Gibbons, Stevenson, Wodehouse, etc. En fin, que me encantó y lo recomiendo muchísimo. Por Bernie y por Christie, pero también por el sargento Coulter y por el desgraciado puma salvaje. Genial!!!

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  4. Un libro que ya tenía fichadito y desde luego tengo que leer después de leer tu estupenda reseña.
    Besotes!!!

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  5. ¡Hola!
    Ya me lo estoy apuntando, me llama muchísimo la atención la parte macabra que Una serie de catastróficas desdichas no tiene, además del hecho de que es de Impedimenta^^
    Respecto a tu pregunta, no creo que todos los niños sean igual de inocentes, por lo menos, por lo que he visto ya que doy clase a niños de entre nueve y diez años y telita.
    Y justo ayer terminé con Mary Reilly, una especie de spin-off de El doctor Jekyll y Mr. Hyde.
    ¡Un saludo!

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  6. Ya le había echado un ojo, pero con tu reseña veo que me podría gustar, este tipo de humor y ambiente me gustan
    Besos

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