Historia de una vida

6.1.13


Érase una vez que se era, en una lluviosa mañana de febrero de principios del siglo XIX, Besançon, un pueblo de Francia cercano a la frontera con Suiza. Aquella mañana Victor llegó el mundo. Era hijo de un reputado general del Imperio, Joseph Léopold -nombrado conde por el mismísimo José I Bonaparte- y de su mujer Sophie, de origen bretón. Victor era el mediano de tres hermanos, Abel era el mayor y Eugène el menor. Los destinos militares de su padre hicieron que nuestro protagonista tuviera una infancia nómada. Residió unos años en la capital de la España ocupada, en una residencia para nobles franceses desde sus nueve años. En el internado, Eugène llamaba a su hermano mayor "la bestia" debido a su fealdad. Victor, por su parte, lo observaba en silencio, fija y serenamente hasta que Eugène se veía obligado a desviar la mirada. Esta fue siempre su única respuesta a todos sus insultos. Si bien no tenía Victor el mejor físico en aquella época, triplicaba la inteligencia de su hermano menor.

Cuando Victor cumplió once años -y Eugène diez- se mudaron a París para vivir con su madre, que se había separado del general Joseph Léopold. Este hacía tiempo que sufría la actitud hostil de Sophie, que estaba perdidamente enamorada del padrino de Victor. Cuando Victor hubo cumplido trece años su padrino fue ejecutado y separaron a los dos hermanos de su madre. Fueron internados en la una pensión donde Victor empezó, por sí mismo, a aprender a utilizar la rima y la medida. Su madre leía sus obras y, consciente de su talento, lo animaba a seguir escribiendo. Un joven maestro de la pensión en seguida hizo amistad con el pequeño Victor y, conocedor también de su precoz vocación, revisaba y corregía sus escritos. Nuestro protagonista admiraba a Chateaubriand, escritor romántico de moda en aquellos años, y anotaba en su cuaderno que quería ser como él, que si no llegaba a ser como él no sería nada. ¡Ingenuo! Desconocía que su destino le tenía reservadas cimas mucho más elevadas.

Su inmensa ambición fue su fuerza: participó en un concurso de poesía y no ganó debido a que el jurado consideró que un chico de quince años no podía escribir tan bien, que tenía que ser una farsa. Sin embargo, a los diecisiete años ganó, por fin, otro concurso en Toulouse. Esta pequeña victoria disparará su carrera: abandona las matemáticas y se centra en su vocación literaria. Junto con sus hermanos funda una revista en la que empezará a demostrar su talento como escritor al país y publica, a los diecinueve años, su primera colección de poemas. Se agota en cuatro meses y hasta el rey, impresionado por su talento, le otorgó una pensión anual de mil francos. Esos fueron días de alegría para Victor: su don le estaba abriendo puertas, ese dinero no sería mal recibido en sus precarias arcas y, además, estaba profundamente enamorado de una amiga de la infancia, llamada Adèle, y podría empezar a ahorrar para casarse con ella. Para nada olía las nubes negras cargadas de infortunios que se acercaban dispuestas a acabar con esos años de dicha.

Y al fin tales nubes acabaron por desembarcar en su vida. Su madre siempre había estado junto a él, apoyándolo en todos sus proyectos y recordándole lo bueno que era en su oficio. Estaban muy unidos debido a la falta de un padre, que deambulaba perdido en guerras inacabables. Sophie murió una cálida noche de junio. Su muerte afectó profundamente a los tres hermanos, pero especialmente a Victor. Quizás por soledad, por deseo de su madre, por tener ya suficiente dinero ahorrado o, lo más seguro, por amor, contrajo matrimonio un año después con su amada Adèle, con quien tuvo cinco hijos.  Adèle era una mujer hermosa e inteligente cuyo espíritu inquieto impregnaba sus escritos, dibujos y pinturas. Por eso, la noticia de que estaba embarazada a todo el mundo alegró. A todos menos a una persona.

Eugène empezó a fijarse en la sonrisa atrevida y la belleza de su cuñada meses antes de que su hermano decidiera casarse con ella. Los escasos instantes compartidos le hacían sentir una felicidad extraña, un sentimiento que en sus poesías más íntimas osaba llamar amor. Adèle era indiferente a sus débiles tentativas. Eugène estaba enamorado de la mujer de Victor. Debido a esto cuando supo que estaba embarazada de su hermano comprendió, muy a su pesar, que ya no quedaban esperanzas. Adèle nunca sería suya. No podía evitar observar a Victor con cierto recelo. A Eugène también le apasionaba escribir. Y escribía bien. Más que bien, según más de un lector. Pero él no había ganado ningún concurso ni recibía dinero del mismísimo rey por sus excelentes rimas. No, él no era tan bueno como su hermano mayor, centro de todo el orgullo de su madre. Aunque amaba secreta y locamente a Adèle y tuvo que contemplar como era él el centro del mundo de su difunta madre, era imposible odiar a Victor. Este lo había acogido en su propia casa, siempre lo ayudaba en todos los ámbitos y, aunque en la infancia Eugène lo llamaba "la bestia", nuestro protagonista nunca se vengó. De algún modo, habían crecido unidos ante las idas y venidas de sus padres. Con el paso de los años Victor había ido embelleciendo. Victor era más listo, más bello y tenía a Adèle.
Eugène intentó centrarse en los cortos textos con los que se ganaba algún que otro salario pero en aquella casa llegaba el sonido y el olor de un amor sereno y afligido hasta el último recoveco.  Como un fuego que en ocasiones era sereno y añil y en otras puro fulgor. Eugène enloquecía lentamente, el intenso amor que sentía lo estaba matando.

Tres meses después Eugène fue recluido debido a que sufría, según el informe médico, una esquizofrenia depresiva. Sin embargo, el motivo de su locura realmente fue el odio a dos amores, uno imposible por inalcanzable y el otro imposible por contradictorio. Fue recluido en un manicomio hasta su muerte. Victor lo visitaba regularmente, pero él no quería acudir a su encuentro, loco de amor y vergüenza. Su último pensamiento fue para la mujer de su hermano mayor. Y para su hermano mayor. Ni Victor ni Adèle supieron nunca el origen de su enfermedad. Nuestro protagonista, que había perdido a su hermano menor, también tuvo que sufrir la pérdida de su primer hijo, Leópold, que solo vivió cuatro meses.

Victor, por su parte, endureció su corazón. Rechazó todas las ayudas económicas que le ofrecía su padre y la familia vivió algún tiempo en la pobreza. La pensión anual del rey lo salvó de la indigencia. Para inspirarse petrificaba sus años de inocencia y los contemplaba desde el exterior, desde la fría y dura realidad. El pesar que atenazaba el escritor era tal que afectó a su oficio. Sus novelas empezaron a ser acogidas de forma más entibiada. En los próximos años, por si fuera poco, Victor vería perecer a otros dos hijos: Charles y François-Victor. El primero por tuberculosis galopante y el segundo de cáncer.

Sin embargo, la reconciliación con su padre y su posterior muerte fueron hechos que devolvieron la fuerza a su pluma y volvió a renacer como escritor. Hizo uso de la tristeza que le afligía para escribir con el corazón en la mano y con lágrimas en los ojos. Las heridas de la familia cicatrizaron lentamente -aunque nunca fueron olvidadas- y se empezó a relacionar con los mejores escritores de la época, tales como Delacroix, Dumas o Sainte-Beuve.

Adèle, después de cinco embarazos, dejó de acostarse con Victor y él lo entendió. Sin embargo, ella pronto sintió un amor vivaz y caprichoso por el escritor, crítico literario y amigo de su esposo Sainte-Beuve. Este admiraba ciegamente a Victor. Dijo en una visita "El poco talento que poseo me ha llegado a través de tu ejemplo...Sólo me siento feliz y en casa cuando me echo en tu sofá o junto a tu chimenea". Sin embargo no reaccionó como Eugène, es decir, con una envidia demente, sino amando a Victor y a todo lo que amaba él. Incluida a su esposa.
Así, decidió cortejar y poseer a Adèle. Mantuvieron una relación amorosa que, pasado un año, Victor descubrió. El desengaño amoroso lo hundió en una profunda crisis. Nunca más miró a su mujer del mismo modo. Nunca más compartió cama con ella. Y Sainte-Beuve, aunque seguía admirando a Victor y hasta le envió cartas de amor de Adèle hacia su persona para demostrar que no era él el traidor, no les volvió a visitar nunca más. 

Nuestro protagonista vivía momentos cumbres en su carrera literaria pero en cuanto a lo personal era desgraciado. Entre su esposa y él reinaba un silencio estremecedor. Ya no dormían ni siquiera en la misma habitación y el corazón de Victor estaba sediento de amor. Una vez empezó escribir, a fin de acabar con aquella angustiosa situación, una carta a su esposa. "Hay una palabra, Adéle, que aparentemente hasta ahora hemos tenido miedo de usar -la palabra amor-, no obstante que lo que siento por tí es amor genuino; el problema es uno de complicidad: si lo que sientes por mí es también amor."

A los veintinueve años de edad Victor publicó una gran novela con un gran propósito: evitar las intenciones de la comuna de París de derribar la famosa catedral de Notre Dame. Independientemente de la gran acogida de esta novela (nótese el éxito de su propósito), en estos años nuestro talentoso escritor se dedica casi exclusivamente al teatro. Se instruye con muchos maestros aunque una actriz llamada Juliette fue la que consagró su vida. Juliette, inteligente y hermosa, era una actriz que no acababa de triunfar en su carrera pero le daba a Victor todo lo que su esposa una vez le dio y en aquel momento era tan solo el recuerdo de un paraíso perdido. Juliette salvó a Victor del encarcelamiento durante un golpe de Estado y nuestro protagonista escribió para ella numerosos poemas llenos de amor y ternura. Tubieron una relación amorosa más discreta que la que tuvo Adèle con el crítico literario pero no menos apasionada. Victor seguía su vida familiar pero tanto él como Juliette tenían una cita anual obligatoria: celebraban juntos la fecha en la que se encontraron, año tras año, y escribían un cuaderno conjuntamente que llamaron cariñosamente "libro de aniversario". Con su ayuda, Victor supo trasladar sus palabras al escenario y volvió a triunfar.

Aquellos fueron verdaderos años de felicidad para Victor, años que se vieron interrumpidos con la trágica muerte de su hija preferida, Léopoldine, y su marido. Murieron ahogados en el río Sena tras el naufragio de su barco. Victor estaba de viaje en los Pirineos con Juliette cuando se enteró de la muerte de su hija por la prensa. Toda la felicidad que había ido conquistando a través de aquellos años se vio desvanecida al instante. Aquel mismo día empezó a alejarse de la pluma. Se despidió de la literatura. No escribió ni poemas, ni novelas, ni teatro. Interpretó la muerte de su hija Leópoldine como una maldición a su persona. En contrapartida, anheló cambiar las injusticias de su nación: se empezó a acercar a la política. Tema delicado en aquellos tiempos.

Su madre, Sophie, era una férrea partidaria a la monarquía. Independientemente del amor que sentía por ella, Victor se postuló a favor de la democracia. A sus cuarenta y dos años, se hizo confidente del rey para ganar influencia y llevar a cabo sus ideas. Empezó a ascender sin parar, fue nombrado alcalde del octavo distrito de París y diputado de la Segunda República Francesa. Sin embargo, no alcanzó la felicidad. Cuando se mezclan poder y profundo pesar en ocasiones se produce una singular reacción química: el poder sube a la cabeza de forma instantánea y letal, mezclándose con el dolor y la impotencia que una vez se sintió. Victor olvidó sus ideales: comandó tropas contra las barricadas durante la revolución. Quizá esperaba calmar esa furia que acumulaba desde que su hija murió ahogada en el helado río francés. Una vez se impuso el orden desaprobó la sangrienta represión en la que él mismo participó. Después de este hecho llevó a cabo una profunda reflexión que lo llevó a cambiar completamente su postura: empezó a enfrentarse a sus antiguos amigos políticos y a reprobar la política reaccionaria que él mismo llevó a cabo. Victor repartía el amor que su esposa traicionó entre Juliette y la nación. ¿Quien dijo que amar tanto a la patria no traería consecuencias?

Se produjo un golpe de Estado cuando Victor tenía cuarenta y nueve años e intentó huir pero fue retenido. Sin embargo un comisario francés se negó a retenerlo. "Solo detengo a gente peligrosa", dijo. Victor se marchó voluntariamente a Bruselas y condenó desde allí el golpe de Estado. En Guernesey escribió y publicó a los sesenta años de edad su obra más importante. Una libro que defendía a los oprimidos. Una novela que relataba la historia de todos los miserables, fueren de donde fueren. Para escribir esta obra se inspiró en un criminal, el cual tenía por nombre Vidocq, que redimió y acabó inaugurando la Policía Nacional Francesa.
Victor, a pesar de la insistencia de su esposa afirmó que no pensaba volver a Francia hasta que no hubiera libertad y cuando consideró que la había cumplió su palabra. Recibió una acogida triunfal por parte de los parisinos. Los años fueron pasando, las idas y vueltas que vivió París esos años convulsos condicionaron la estancia de Victor en la Ciudad de las Luces.
Adèle, escritora compulsiva y única hija que le quedaba a Victor, nunca fue amada por su padre. Durante su exilio en Guernesey se enamoró ciegamente de un oficial que no le correspondió. La negativa la obsesionó primero y la enloqueció después. Fue ingresada en un manicomio y, aunque no le faltó de nada, su padre nunca la fue a visitar.
Victor, a los setenta y un años de edad, fue elegido senador y militó a favor de la amnistía, la propiedad literaria y el fundamento del dominio público. Valores, por cierto, esenciales en la actualidad.

Cuatro años después se sintió indispuesto y se retiró a Guernesey. Debido a su mal estado de salud detuvo por completo su actividad literaria. No obstante, no pudo vivir sus últimos años lejos de su amada ciudad, volvió a la capital francesa y hasta encontró fuerzas para ayudar a la Asamblea Republicana, convirtiéndose así en una de las figuras tutelares de la recuperada república. Se alojó en su residencia particular, donde murió a los ochenta y tres años de edad. Su única hija viva, Adèle, murió sola, con el corazón roto, en el manicomio y sin ver reconocido su talento como escritora, pocos años después de su padre.
El ataúd de Victor fue expuesto una noche bajo el Arco de Triunfo y fue visitado por un gran número de personas y delegaciones. Tan solo la comitiva fue seguida por más de dos millones de personas. 

Hoy en día Victor Hugo está considerado uno de los grandes pilares de la literatura francesa. Poco se podía imaginar que la novela que escribió para evitar el derrumbe de Notre Dame sería conocida por todos los niños del siglo XXI como El jorobado de Notre Dame. Nada podía saber tampoco de todos los excelentes musicales -y ahora adaptación cinematográfica- que han surgido de la novela que escribió en su exilio a Guernesey: Los Miserables. Sus valores, su ambición por hacer un mundo mejor y su amor a la generosidad siguen implícitos en todas sus obras, así como todos los acontecimientos que le marcaron en vida. Cuenta la leyenda que sus últimas palabras fueron su último poema:

"Es el combate del día y de la noche, 
veo la luz negra".
Texto de Trotalibros.

20 comentarios

  1. Dios me he emocionado!!!!!!!!!! me ha encantado por dioooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooos ;)

    Magnifico. espectacular. me lanzo a leer los miserables la proxima semana

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  2. :) Trotalibros te has lucido con este cuento engatusador a la lectura de Victor Hugo. Una forma muy amena de acercarse al autor, presiento que la lectura de Los miserables ha calado hondo en Trotalibros (perspicacia ante todo) hace un par de días vi la película, me reservo para cuando llegue la reseña. Besos

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  3. Una vida digna de un libro, llena de sufrimiento, triunfos, fracasos.
    Un gran escritor que vivió mucho.
    Besos.

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  4. ¡Qué pedazo de entrada!!! Muchas gracias por acercarnos a este gran autor y de esta forma tan bonita!
    Besotes!!!

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  5. OMFG QUE GENIALIDAD DE TEXTO *_*
    Pues eso,que me ha encantado
    Un beso ^^

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  6. Me ha gustado mucho ese repaso por la vida de uno de los grandes como es Victor Hugo. Y Los Miserables, tan de moda ahora, no la he leído pero me encanta la peli -la antigua-.

    Besos.

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  7. Qué forma tan amena de contar la historia, desconocía muchos de los datos que aportas. Yo también he visto la peli, a mí me pareció genial. Y el libro también, mucho mejor desde luego, creo que los miserables del libro eran mucho más miserables.
    Besos

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  8. Magnifico.
    Mentiría si dijera que conozco a Victo Hugo en profundidad. Apenas estaba al tanto de un par de anécdotas y el trasfondo que algunos de sus libros esconden, como el de Notres Dame de París. Ha sido emocionante poder conocerle por medio de unas palabras que tan bien has escogido.
    Espero, sinceramente, que hagas de esto una sección más o menos frecuente en el blog. Es fantástico poder leerte en una faceta tan creativa y sin restricciones.
    Un besazo

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  9. Me ha encantado el texto, es uno de mis autores del romanticismo favoritos. Si me permites te dejo un poema de contenido autobiográfico que va bien con tu entrada, un poema dedicado a su hija Léopoldine después de su muerte.


    Mañana al alba

    Mañana al alba, cuando clarea la campaña,
    partiré. Mira, sé que tú me esperas ahí.
    Iré por el bosque, iré por la montaña.
    No puedo permanecer ya más lejos de ti.

    Caminaré con los ojos en mi mente clavados,
    sin ver nada más allá, sin escuchar ruido,
    solo, las manos juntas, ignoto y encorvado,
    triste, y con el día en noche convertido.

    No miraré ni el oro de la tarde que tumba,
    ni las velas lejanas, con viento de babor.
    Y cuando al fin arribe, pondré sobre tu tumba
    un ramo de acebo verde, y de brezo en flor.

    Ya me dirás qué te parece. Un abrazo.

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  10. Deberías dedicarte a esto de las biografías, vista la que has hecho de Hugo, está bien escrita y su narración es amena.

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  11. Pásate por mi blog. Tengo una sorpresilla para ti. Una buenísima semblanza sobre Víctor Hugo. Los Miserables es una de sus novelas que me fascinó mucho cuando la leí. Un abrazo. Paco.

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  12. Madre mía, qué entrada tan chula y bien escrita! Me están dando ganas de pillar algo de Victor Hugo y leerlo ipso facto! Pero de momento, tendrá que esperar. Intentaré ver Los Miserables, al menos! 1beso!

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  13. Totalmente...no tengo palabras. Me ha encantado. Es un texto completo, perfecto diría yo. Espero volver a leer más textos como éste de tu mano. Además de un autor bien reconocido y por lo que veo con una vida bastante intensa. (:
    Besitos<3

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  14. Me ha encantado, sencillamente. Una auténtica vida de novela, muy interesante.
    Como pasa con tantas obras renombradas y versionadas en tantas formas no he leído el libro de Los miserables. Creo que veré la película y después buscaré el libro en la biblioteca.
    ¡Una entrada estupenda!
    Besos

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  15. Sublime, ha sido como añadir un capítulo más al libro de Posteguillo, GRACIAS.

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  16. Hola1
    Me encantó, una vida maravillosa para relatar. E smuy interesante.
    Un beso

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  17. Cuánta locura y pasiones a su alrededor... Esrtupenda entrada!! Un placee leerte.
    Besos,

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  18. Qué magnifica entrada. Tal vez porque aún vengo borracha de ver Los miserables y he cogido el libro para releerlo con la seguridad de haberlo hecho antes, y saber beber de sus líneas.
    Pero me ha encantado tu entrada de hoy, es magnífica
    Besos

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  19. Qué hermosa historia. Y con cuanto aprecio tenemos que leer las obras de Victor Hugo como las de Poe,luego de tantas penurias en sus vidas.
    Una entrada muy original.
    Besos

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  20. Que bonita forma de narrar la historia de una vida, con este transfondo estoy lista para iniciar la lectura de Los Miserables.
    Saludos.

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